domingo, 26 de agosto de 2012


LECCIÓN 3

MV3

El Respeto a la Vida Humana en la Historia de la Moral


La Teología cristiana ha reflexionado a lo largo de los siglos sobre la dignidad de la vida humana. Tal reflexión ha sido con frecuencia motivada por las circunstancias históricas que atravesaba la comunidad –particular o universal- pero las raíces de tal reflexión trascendieron el momento concreto en que se produjeron. Y es que en el pensamiento cristiano el valor de la vida humana no se limita a los márgenes de una antropología mejor o peor articulada, nace de la teología, de la consideración de Dios como Señor de la Vida; de ahí que tal reflexión no se limite a ser puramente ética, sino que se remonta a la consideración del ser de Dios mismo.

I. En los escritos de los Padres.

            A quienes conocen mínimamente el pensamiento de los antiguos Padres de la Iglesia les resulta difícil olvidar con respecto a la defensa y promoción de la vida, las vibrantes expresiones de San Ireneo “la Gloria de Dios es que el hombre viva” o la de San Ambrosio con respecto al fratricidio de Abel “Este es el más grande de todos los crímenes, en ese momento se debió desplegar la misericordia divina... pues no castigo al homicidio con la muerte”, también resuenan con fuerza la voz de San Juan Crisóstomo que afirma acerca de la vocación del ser humano:

“Ustedes que si ven que una fiera despedaza a una oveja, ¿qué sienten cuándo hacen lo mismo con sus semejantes? ¿No advierten que llamamos humano lo que respira compasión y bondad, y calificamos e inhumano todo lo que lleve algún signo de crueldad y dureza?”

De esta manera en los primeros siglos de la era cristiana, el precepto bíblico del "no matarás" quedo radicalizado a partir del mensaje evangélico y pacífico de Jesús. Así, aun teniendo en cuenta las difíciles circunstancias sociopolíticas de aquellas primeras comunidades cristianas, en el ambiente del imperio romano, su interpretación era absoluta, como lo podemos ver en esta cita de San Ambrosio

"no parece que el cristiano, justo y sabio, trate de salvar su propia vida con la muerte del otro"

            En otras palabras, cualquier atentado contra la vida humana, era considerado, en los primeros siglos del cristianismo, como algo totalmente opuesto al sermón de la montaña y al testimonio de Cristo.

            Junto a estos textos existen otros semejantes que dan testimonio del compromiso de los Padre de la Iglesia con la defensa de la vida humana siempre apelando a la necesidad religiosa de proteger la vida del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios; y llamado a ser responsable, tanto de la vida propia como la de sus hermanos.

II.  En la Teología Medieval

 Santo Tomás (Escuela Dominicana)
 Por lo que respecta a la ética de la vida corporal en la Edad Media ésta entró de lleno en el esquema teológico-moral de Santo Tomás a través de la virtud de la justicia. En la Summa fue el tratado de esa virtud cardinal la que le dio el horizonte propio a los problemas morales de la vida corporal.

En los escritos del mismo santo, los términos “vida” y “vivir” aparecen en más de siete mil ocasiones, lo cual hace difícil la precisión de sus alcances. De todas formas, se puede decir que esos términos encuentran en sus obras en un triple significado. En sentido propio la vida significa el esse de los vivientes, en un sentido derivado, vivir significa también la operación o actuación del ser viviente, y, en tercer lugar, en sentido ético  como la capacidad inscrita en el propio viviente para actuar según sus virtualidades internas. Como quiera que fuere lo importante es que el aquinate ve al hombre entero, como el ser viviente icono de Dios. También en la vida física, y aun la corporeidad humana forma parte de la imagen de Dios: “La misma figura del hombre es una huella que representa la imagen de Dios en el alma” La vida se refiere a todo ser humano, en cuanto “espíritu encarnado”.

De la anterior reflexión tomasina se han deducidos varios planteamientos acerca de la vida humana como un bien:

a)      La vida es un bien de la criatura racional, o sea de la persona, porque “el modo más perfecto de vivir es el de los seres dotados de entendimiento que son a su vez, los que con mayor perfección se mueven así mismos”
b)      Es un bien necesario para la realización personal, porque ésta depende del grado de felicidad alcanzado ya aquí en la tierra como prenda de la felicidad definitiva
c)      Es el soporte básico de los demás elementos que componen toda la vida humana, porque la estructura moral del ser humano le obliga a plasmar su impronta de sentido en toda la realidad de su vida.
d)     Es un bien que pertenece a todo ser humano y a cualquier otro ser vivo.
e)      Es un bien de la comunidad humana, porque la vida de cada individuo pertenece de alguna manera al patrimonio común de la humanidad.
f)       Es, en fin, un don recibido de Dios y que pertenece a Dios.

Así estas notas justificaron el valor y el respeto a la vida en la reflexión tomista, sin perder de vista otro fundamento que el mismo santo ve como más profundo: la dignidad propia de todo ser humano “por ser naturalmente libre y existente en sí mismo”, así “tanto el varón como en la mujer se encuentra la imagen de Dios”, y porque “la misma figura corporal del hombre es una huella que representa la imagen de Dios”.

Con lo anterior la dignidad humana se convierte así en el primer fundamento que eleva el nivel del máximo respeto a la vida humana: “Considerado en sí mismo, no es lícito quitar la vida a nadie, puesto que en todo hombre, incluso en el pecador, debemos amar la naturaleza, que Dios ha hecho y que la muerte destruye” (ST II-II q.64)

Sin embargo, también debemos anotar, dentro del pensamiento de Tomás, que a pesar de postular estos principios que le llevan a condenar tanto el suicidio como el homicidio, en otros temas se ve obligado a justificar numerosas excepciones, por ejemplo la pena de muerte, puesto que la vida humana se considera como un valor “absoluto-relativo” y condicionado por otros valores superiores, como el de la defensa de la vida de la comunidad, la defensa propia, o la de los inocentes, confiando siempre en la responsabilidad de la autoridad que ha de regir a la comunidad: "lo que Dios únicamente prohíbe es la occisión injusta de un hombre”.(Cursus Theologiae Moralis, VI, Madrid 1754).

Duns Escoto (Escuela Franciscana)

Siguiendo con la historia, nos tenemos que detener en la reflexión de Duns Escoto, la cual surge cuando aparentemente ya se había aceptado una interpretación más abierta sobre la prohibición de no matar, en ella se defiende el carácter absoluto de la vida humana. Así, para él y su escuela, la muerte de un hombre sólo está permitida por una dispensa formal de Dios, “pues ninguna otra persona puede arrogarse semejante poder, aun en el caso de criminales y malhechor” (Duns Escoto In IV Sententiarum). Así, aunque en la práctica se aceptaban bastantes excepciones, con este presupuesto se defendió una coherencia teórica mayor entre el texto sagrado con el respeto a la vida humana.

Este planteamiento, en el que está presente un nominalismo, propio de la escuela franciscana, hizo que la reflexión moral se orientara por otros caminos: la prohibición de matar tiene un valor absoluto e intrínsecamente pecaminoso, pues bajo ninguna circunstancia debe excluirse su ilicitud. Así, la tolerancia de estas limitaciones al precepto general sólo se explicaba por una supuesta inspiración divina, que daba al hombre poder sobre la vida del otro.

De esta manera, y como hemos visto, durante la Edad Media  se dieron en torno a la reflexión sobre la vida humana dos escuelas: la franciscana (Duns Escoto), y la dominicana (de Santo Tomás de Aquino), al paso del tiempo fue esta última la que prevaleció y la que de hecho oriento durante mucho tiempo la doctrina tradicional católica sobre el tema.

En síntesis, la distinción básica de estas corrientes residió en la interpretación del precepto bíblico "no matarás". Que los dominicos con una metodología de positivismo bíblico justificaron en algunas situaciones y la de reflexión nominalista, de los franciscanos, que en teoría nunca la permitieron.

III.  La Escuela de Salamanca

             El día 11 de junio de 1529 Francisco de Vitoria pronunciaba en la Universidad Pontificia de Salamanca su relección sobre el homicidio, que ampliaba las lecciones sobre la virtud de la fortaleza que, siguiendo a la Suma Teológica de Santo Tomás, estaba explicando aquel año. Toda la relección trataba de desarrollar una única proposición “siempre es impío suicidarse, pero es muy laudable, muchas veces de consejo y otras de precepto, sufrir con paciencia la muerte o voluntariamente exponerse a ella y tolerarla”.

            En esas sesiones irá estableciendo nuevos elementos a considerar en el debate sobre la defensa a la vida, veamos paso a paso su razonamiento:

a)      En primer lugar afirma que es impío darse a sí mismo la muerte, por ir contra la inclinación natural del hombre que, por principio, responde al bien. Defender la vida es en realidad un acto de fe en la bondad de Dios y en la bondad del ser humano creado a su imagen.
b)      Sin embargo, a Vitoria más que la cuestión del suicidio, le interesa la pregunta por la bondad misma de las inclinaciones naturales del hombre. El suicidio es contra el proyecto del decálogo que dice “no matarás” luego es pecado y pecado mortal.
c)      Ante ese precepto, y tomando en cuenta la primera argumentación, Vitoria considera que matar en justa defensa no cae bajo este  precepto y que su licitud no viene determinada por una ley positiva, en este caso revelada, sino por un derecho anterior a ella (ley natural).
d)     Ante la dialéctica entre ley natural y el precepto revelado, Vitoria apuesta por la determinación del bien y del mal sobre la base de la primera, con lo cual parece tener ante sí tanto a los teólogos nominalistas, como a la teología reformada que apelaba a la “sola Escritura”.
e)      Por otra parte, se plantea Vitoria una cuestión muy moderna, como es la del alcance de los preceptos absolutos, de ahí parte precisamente: “Siendo este precepto de no matar en absoluto, como nos consta con certeza que algunas ocasiones puede matarse, con razón debe discutirse qué es lo que en él se prohíbe y cómo se prohíbe el homicidio”.
f)        La respuesta de Vitoria es que en algunos casos matar a otro es lícito y bueno, como el hacerlo en defensa propia; luego en este caso no está prohibido en todos los casos  aquel precepto “No matarás”.
g)      El maestro roza además la autoridad para matar, contra lo dicho por San Agustín que veía en la autoridad legítima una delegación divina. Vitoria rechaza el principio de la delegación de la autoridad divina y la licitud de la occisión en virtud del mandato positivo revelado. De nuevo apela al derecho natural. La autoridad no tiene derecho a matar al inocente.
h)      El teólogo, finalmente, no olvida el objetivo de su relección y así, a todas estas consideraciones, concluye la ilicitud del suicidio “Nadie es juez de sí mismo ni tiene autoridad sobre sí mismo, y por eso nadie puede darse  la muerte, aunque sea digno de ella y nocivo a la república”.

IV. San Alfonso y la Casuística           
Ya dentro del renacimiento se dio otra manera de tratar los problemas éticos de la vida corporal: abordándolos dentro del esquema moral del V mandamiento. La tradición jesuítica-alfonsiana mostró una peculiar preferencia por el esquema de los mandamientos y lo introdujo no sólo en los manuales de moral, sino también en la conciencia moral del pueblo cristiano que hoy en día muchas veces sigue viendo en este esquema la síntesis de su vida moral.

             De esta manera el libro del Jesuita Azor, que suele considerarse como el primer manual de moral casuística (1611), desarrolla los problemas morales de la vida corporal (homicidio, duelo, guerra) en la exposición del V mandamiento. San Alfonso sigue este mismo planteamiento y en sus aportaciones al texto de la Medulla hace descender su pensamiento a la casuística más interesante de su época, que imponía penas eclesiásticas a los homicidas, tanto los mismos asesinos como los que sirven en ellos, a los organizadores y asistentes a las corridas de toros, la licitud del suicidio para evitar una muerte peor, a quienes se vean en peligro de violación, incluso la ilicitud de la autoejecución y la probable ilicitud de la castración de los niños cantores, etc.

            Los posteriores manuales de moral casuística siguen la orientación marcada por San Alfonso, aunque, como es natural, desarrollan las aplicaciones de los principios para alcanzar los problemas nuevos que van surgiendo, así en la exposición del V mandamiento  los manuales alcanzaron cada vez mayor precisión y sistematización para casos concretos pero perdieron la visión de conjunto y las profundidades de la reflexión del Evangelio.

V. Época más reciente

Por último y más recientemente, siguiendo la tradición jesuítica, los problemas relacionados con la vida humana han tenido un tratamiento autónomo, y consiguientemente más sectorizado así se ha hablado de temas en concreto como los de: medicina pastoral, ética médica, magisterio pontificio de la salud, deontología de las profesiones sanitarias, etc. Cada uno de estos materiales sirvieron y servirán para profundizar en la problemáticas concretas que enfrenta el valor de la vida hoy en día. Aquí, me parece que vale la pena hacer una acotación, pues si bien es necesario ir especializándonos en problemas concretos de moral o ética de la vida sin caer en la casuística, es necesario también recuperar en conjunto el valor de la vida humana con planteamientos teológicos globales, que permitan presentar unas serie de principios y criterios generales ante cualquier conflicto de valores donde e vea involucrada y puesta en riesgo la vida humana. Por otro lado, es pertinente recordar la importancia del planteamiento interdisciplinar en este tema en búsqueda de propuestas integrales a favor de la persona a nivel total.

Así la teología moral, con respecto al valor y promoción de la vida, se encuentra ante el reto que le lanza la situación presente y futura de encontrar principios y criterios que alienten a un compromiso de los hombres y mujeres de nuestro mundo con el desarrollo integral de la persona humana, especialmente con ese elemento que está en la base: su propia vida.

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