miércoles, 12 de septiembre de 2012


MV4

El Respeto a la Vida en las Sagradas Escrituras

AT

Las páginas de la Sagrada Escritura son recorridas por la preocupación por defender la vida humana siempre amenazada, no obstante esta preocupación se volvió cada vez más intensa. Así, en épocas muy primitivas se prohibió matar al "otro", porque en realidad no era tan "otro" como éste aparecía, lo que podría desencadenar venganzas tribales: se trataba de defender la propia sangre y el propio clan. Sólo poco a poco y lentamente se irá descubriendo que cualquier "otro", por muy lejano que estuviese era en realidad un hermano.

En este punto está plenamente de acuerdo el judaísmo y el cristianismo: el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios (Gen 1,26), como fruto de la atención minuciosa y deliberada de Dios (Gen 2,7). La vida humana brota del soplo divino: del "espíritu" mismo de Dios. Su aliento mantiene el aliento humano.

La Biblia recuerda que el mismo Dios, que no aprueba el asesinato de Abel, pone una señal sobre Caín para defender su vida de posibles venganzas (Gen 4,15). Este es uno de los numerosos gestos que se encuentran en la Biblia orientados hacia la condena de la venganza de la sangre.

Para Abrahán, al que el cristianismo, y las demás religiones monoteístas ven como padre y modelo de fe, la vida es un don gratuito y ya inseparable de la fe en Dios, sorprendente y hasta festivo (Gen 18,12). Pero la vida es también para él una responsabilidad y compromiso, como nos muestran los relatos etiológicos que evocan el nacimiento de Ismael como la protección que Dios dispensa a su vida en medio de los peligros del desierto (Gen 16; 21,9-21)

Pero especialmente  es el relato del sacrificio de Isaac, es el que se ha evocado para mostrar a los cristianos, judíos y musulmanes, que el respeto de Dios por la dignidad de la vida humana es una prioridad para Él y por tanto para su pueblo. Diversos pueblos, tanto en Canaán como en las colonias fenicias del norte de África, ofrecían a los dioses la vida de sus primogénitos para implorar la fecundidad. También Israel ha practicado ese rito en épocas de crisis en el intento de conjurar la ira de Dios (2Re 16,3; Mi 6,7). Abrahán, y con él todos los creyentes en el Dios de la vida, habrán de ir descubriendo que el Dios que conduce y protege no desea el sacrificio de las vidas humanas, sino que se contenta con los signos que indican la entrega de la voluntad (Gen 22). Y, sobre todo, habrá de comprender que el auténtico sacrificio consiste en la búsqueda de la justicia y la oferta de la misericordia, como recordarán los profetas (Os 6,6; Am 5,24; Mt 9,13; 12,7).

Así, las tres religiones monoteístas han subrayado, además, la majestad del precepto bíblico "no matarás" (Ex 20,13). Un mandamiento cuya promulgación está revestida de la máxima solemnidad. Y cuya vigencia se encuentra recordada una y otra vez por cien relatos populares y cientos de leyes complementarias. Haciendo un breve recuento desde la condena de la matanza a los siquemitas (Gen 34,30) al rechazo del asesinato de José (Gen 37,21), la desaprobación del homicidio intencionado (Ex 21,12) hasta la reprobación  del aborto provocado por una pelea (Ex 21,23), que ofrece motivo para recordar la ley del talión y evocar una antigua normativa apoyada en el código de Hammurabi, la Sagrada Escritura expresa la postura del Yhavé a favor de la vida.

No obstante lo anterior a lo largo de la historia de Israel, el pueblo de Dios presencia continuos asesinatos así como la vigencia de la ley del anatema y una cierta convivencia con la venganza sobre los enemigos del pueblo (1Re 2,9) (1Re 18,40) (9,13). Se diría que tan sólo en la época de los Macabeos es posible encontrar en una mujer de pueblo la más religiosa y profunda confesión sobre la vida humana (2Mac 7,30). Tal convicción se encuentra un eco entusiasta en las palabras del último de sus hijos, que se apresta a afrontar la muerte mientras se manifiesta su fe en el Dios de la vida (2Mac 7,30-38)

Si estas instituciones sobre el valor originario de la vida humana las encontramos en el Pentateuco, podemos comprobar que igual profundidad se encuentra entre los profetas, los orantes y los sabios: Ya Amós apostrofaba a las tribus amonitas por el crimen  de “haber reventado a las mujeres en cinta de Galaad, con el fin de ensanchar su propio territorio” (Am 1,13) La misma convicción de que la vida humana ha sido plasmada por la mano de Dios ya en el seno materno le sirve a Job para pleitear con Dios que parece abandonarlo cuando sus amigos lo acusan de pecado (Job 10,10-12) Por último en los propios salmos se afirma que “al hombre sanguinario y perverso lo abomina el Señor” (Sal (Sal 5,7) y que la espada se vuelve contra el que desenvaina la espada para matar a sus semejantes (Sal 7, 13-17). Pero sobre todo confía su vida a Dios (sal 36,10).

NT


            Por su parte en el Nuevo Testamento nos encontramos con Jesús de Nazareth,  quien no se limita a repetir los mandamientos de la ley de Moisés, los lleva a su plenitud, devolviéndoles su sentido último. No basta con no matar; había que superar las raíces de la cólera contra los hermanos. No basta tampoco con evitar el rencor contra el hermano: había que preguntarse si el hermano podría tener algún motivo para conservar el rencor (Mt 5,23-24). La fuerza liberadora del Reino ha de originar un cambio con respecto a la vida y a la contraviolencia en todas las relaciones humanas.

Pero Jesús no sólo habla sino que el mismo daba ejemplo de amor a la vida en cada una de sus encuentros con los que sufrían. Dedica su atención a los enfermos y devolvía la vida a los muertos. Sus acciones eran el anuncio del reino mesiánico. El pecado y la muerte empezaban a ser vencidos por la reconciliación y la vida. Para Jesús la muerte violenta no puede atribuirse a una culpa, pero trata de encontrarle sentido (Mt 10,28; Lc 12, 4-5). Por eso invita a la conversión (Mt 10,28; Lc 12,4-5) Más aun, sugiere que esa muerte simboliza el riesgo colectivo de perdición producida por el pecado que está en el mundo. De igual manera la muerte para el creyente no tiene la última palabra, pues quien está unido a Dios, vivirá para siempre. Incluso durante su proceso Jesús da testimonio de confianza en su Padre, el Dios de la vida, por eso es que la propia víctima entrega voluntariamente la suya (Jn 10,17-18).
Durante su proceso, Pilato pregunta a Jesús: ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte? Y le respondió Jesús: No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba” (Jn 19, 10-11). Con razón se puede observar que la palabra “poder” (exousía) no tiene el mismo sentido en la frase de Pilato y en la de Jesús. La pretensión de Pilato a  poder disponer de la vida de Jesús  coloca con la afirmación de Jesús, que entrega voluntariamente su vida (Jn 10,17-18)

            Ya dentro de la primera comunidad cristiana, una vez resucitado, los discípulos de la primera hora otorgan a sus Señor un título que pronto será olvidado y que siempre debiera ser meditado de nuevo “El guía que lleva a la vida” (Hech 3,15). Esos mismos discípulos confiesan que la vida humana es responsabilidad de todos. Con motivo de un naufragio, Pablo comprende que Dios le ha concedido la vida de los que navegan con él (Hech 27,21), es como un anticipo de una conciencia solidaria  que habrá de configurar a la comunidad cristiana.

No es extraño que el mismo Pablo exhorte a los romanos a no tomar la justicia por sus propias manos  ante los desmanes causados por otros ( Rom 12,19) sino que se remitan a la justicia de Dios. Si toda la moralidad cristiana es un ejercicio de la caridad, Pablo nos recuerda que no es ocioso recordar que el "no matarás" y todos los demás preceptos se resumen en la fórmula "amarás a tu prójimo como ti mismo" (Rom 13,9). El verdadero discípulo sabe que ni la muerte puede apartarlo del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús (Rom 8,38) y acepta que Cristo sea glorificado tanto en su vida como en su muerte (Flp 1,20)

En la literatura joánica se evoca el recuerdo de Caín y Abel para afirmar con rotundidad  que "todo el que aborrece a su hermano es una asesino" y que "ningún asesino tiene vida permanente  en él" (1Jn 3,15) Así, los seguidores de Jesús no deben quitar la vida a nadie, sino dar su vida por los demás hermanos  (1Jn 3,16). En eso habrán reconocido lo que es el amor al recordar que el Señor  dio la vida por los demás (1Jn 3,16)

En resumen si es cierto que los escritos del Nuevo Testamento no ofrecen nuevas precisiones sobre el valor de la vida humana, ni demasiadas prohibiciones de las acciones que podrían poner en peligro la vida humana o llevarla a la muerte, también es cierto que parecen suponer que los cristianos están lejos de esa tentación. El espíritu que impregna al cristiano asegura el respeto y el amor por la vida humana.

Algunas observaciones entorno al uso de la Sagrada Escritura:

            Para cerrar esta lección me permito recordar algunos criterios básicos entorno a uso de la Sagrada Escritura, ya que ha sido frecuente en la reflexión de la ética de la Iglesia, el caer en el textualismo, en base a determinadas respuestas éticas en determinados textos aislados de la Biblia, que han sido escritos en contextos culturales distintos y desde esquemas de valoración diversificados. Y frecuentemente no se ha percibido que se estaba realizando una previa, e insuficiente crítica, selección de textos , que llevaba a asumir unos y a presciendir de otros. Por otro lado, el mismo mensaje bíblico contiene sus paradojas y contradicciones, al menos aparente, por ejemplo ante el mandato de “poner la otra mejilla”.

Sin embrago, el mensaje de la Biblia incluye unos contenidos de fe que exigen determinadas líneas de orientación ética referentes a la vida, McCormick señala algunas de ellas:

a)      Dios es el autor y el consumador de la vida.
b)      La vida es un don de Dios.
c)      Dios confiere un gran valor a la vida porque el es el autor y su fin.
d)     El hombre es un peregrino sobre la tierra, en donde no tiene su morada permanente.
e)      Dios se ha relacionado con el hombre de muchas maneras pero su suprema y definitiva manifestación es su hijo Jesucristo.
f)       Los hombres han sido transformados en nuevas criaturas, en una comunidad de transformados por la vida,. Muerte, resurrección de Jesús ; el pecado y la muerte han sido vencidos
g)      El último significado de la vida consiste en desarrollar la “nueva vida”
h)      El Espíritu se ha dado el cristiano para inspirarle y guiarle en este camino.
i)        El último destino del hombre es la venida del Reino, el retorno de cristo glorificado para redimir definitivamente el mundo.
j)        Cristo ha vencido al pecado y a la muerte, el cristiano debe poner en Él su esperanza y tomarle como su ley su modelo.
k)      La nueva alianza ha sido confiada al pueblo de Dios , dirigido por sus pastores.
l)        El nuevo Pueblo debe hacer continuamente presente a su Señor, en su muerte y resurrección s través de la celebración de la Eucaristía.
m)    La manifestación concreta de esta nueva vida en Cristo es el amor mutuo, que se manifiesta en actos concretos de justicia,, de gratuidad, de caridad.

            Así según Mc Cormick , estas intuiciones constituyen el marco y contexto desde el que se deben afrontar los dilemas ético concretos que hoy se plantea en el campo de bioética. 

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